viernes, 11 de septiembre de 2020

LA LIBÉLULA Y EL SILENCIO


 

Un día voló la libélula, 

libre, 

sin ataduras, 

sin ruido,

salió de su refugio mundano.

Ese día descubrió que en el silencio habita el todo.

Se rodeó de otros seres silenciosos y bellos.

Volaban sin ruido, 

en su batir de alas calladas,

caminaban sin mirar atrás, 

sin olvidar,

aprendiendo del camino de ruidos apagados,

ensordecedores en ocasiones breves.

La libélula alucinó con la luz del sol,

la cegó primero,

la enloqueció después,

para, al final del trayecto por el aire dulce,

dejarla exhausta,

apoyada en una rama mecida por el suave viento 

en un atardecer cualquiera.

Y la libélula descansó,

sonrió,

agradeció,

y retomó el vuelo de nuevo,

esta vez en paz,

acompañada del bello silencio.